BIENVENIDA

Bienvenidos a este espacio que inaugura el departamento de Lengua y Literatura. Estáis invitado a participar en él todos los miembros de la comunidad escolar y cualquier visitante interesado.

Esta bitácora o blog nace con el propósito de ser una plataforma en la que el departamento ofrezca información de interés para alumnos y padres; los profesores planteen actividades y comunicaciones para su asignatura; en él se ofrecerán noticias de interés cultural: eventos conmemoraciones, efemérides... Y, cómo no, una ventana abierta al mundo de los libros y a actividades culturales.

En la estructura del blog es importante descatar el apartado de las etiquetas; nos servirán para situar y encontrar nuestras entradas. Hemos distinguido las siguientes: Departamento, Libros, Cursos, Asignaturas, Actividades Extraescolares y Complementarias. Otro apartado importante para el profesorado es el de recursos y el de lugares literarios. Hemos abierto otro espacio en el que se ofrece una relación de los blogs más importantes sobre la asignatura y centros.

La vida y la riqueza de este cuaderno virtual reside en la participación de todos. Los profesores participan directamente, mientras que los alumnos y otros miembros podrán hacerlo a través de los comentarios o por medio de los profesores del departamento. Gracias y al tajo con la lectura y la escritura.











13 de mayo de 2010

La danza de la honradez

Marino Rivera Muñoz 4ºA

LA DANZA DE LA HONRADEZ


Ya un poco cansado de la vida y con el peso de los años a cuestas, Polonio se encontraba muy débil y casi sin fuerzas, pues su enfermedad le había pasado factura y no sabía si le quedaba mucho tiempo en este mundo. Su mansión, su fortuna, su patrimonio… ya a su edad no podía disfrutar de todo cuanto tenía, ¡y ni mucho menos era poco! Todos en su pueblo, San Jorge de Rivera, admiraban la vida que este señor había tenido desde que era un niño. Lamentablemente el único placer que no pudo hallar nunca fue el amor. Polonio había vivido siempre de lujo, aunque más solo que la una, a pesar de su gran corazón, y no tenía familia, tan solo vivía con su mayordomo, al que confiaba todo tipo de secretos y quien le asesoraba en todo momento.


POLONIO: Gregorio, por favor, ven aquí.

GREGORIO: Sí, mi señor, ¿necesita usted algo? Esa voz parece un poco ronca y tiene usted un aspecto un poco…

POLONIO: No te preocupes Gregorio, esta vez no te he llamado por eso, necesito que vayas al pueblo y hagas comunicar aquello que tengo que decirte.

GREGORIO: Pero, ¿de qué se trata, mi señor?

POLONIO: Mira, necesitaba hablar contigo desde hace tiempo. Resulta que ya, a mis casi 90 años, veo en peligro mi vida, y aún no he encontrado a nadie que pueda heredar mi fortuna. Estoy buscando a una persona honrada, pues ni por encima de mi cadáver permitiría que alguien cruel pisase éste, mi castillo. Ni que decir tiene, Gregorio, que confío en usted más que en nadie y le debo todo cuanto tengo y mucho más, pero necesito buscar a alguien joven, pues tú en pocos años puede que te encuentres en mi misma situación. Por favor, haz conocer la noticia a todos y diles a quienes estén interesados que se presenten aquí mañana a las seis de la tarde, ni un minuto más ni uno menos, pues la puntualidad será un punto que irá en su favor.

GREGORIO: Eso haré, señor. Y respecto a lo que me has dicho antes no te preocupes, te comprendo. ¡Bastante tengo que agradecerle por como me ha tratado! Y mientras no estoy, le dejo a su lado esta jarra llena de agua por si le entra sed. ¿Necesita algo más?

POLONIO: No, gracias, y déjalo todo tal como está, no recojas ni cambies nada de sitio, quiero que aquellos que nos visiten vean y contemplen la mansión tal como está, ¡odio hacer arreglos de última hora sólo cuando hay visita!

GREGORIO: Si así lo desea… Y si no tiene nada más que añadir, me marcho. Llegaré en lo sumo una hora.

POLONIO: ¡Vaya usted con Dios!


* * *


GREGORIO: Mi amo, vienen a buscarle. He aquí cinco mozos que reclaman su fortuna. ¿Qué les digo? Están ahí esperando en la entrada.

POLONIO: Diles a todos que pasen.

GREGORIO: Ya están aquí. Y para que haya más intimidad me retiro, mi señor. Si necesita algo solo tiene que tocar la campana, ya lo sabe de más.

POLONIO: No, por favor, no se marche, me va a ser útil. Coja la flauta, necesito que me toque poco.

GREGORIO: ¿La flauta? ¿Ahora?

POLONIO: Sí, sí. Has escuchado bien, tráela y deléitanos un poco con esa melodía que tanto a mí me gusta.

GREGORIO: Si usted lo desea…

POLONIO: Y mientras, ustedes, dispónganse todos en fila. Necesito verlos muy bien.

GREGORIO: Ya estoy aquí, voy a comenzar con lo mío.

POLONIO: Gracias, Gregorio. Y ahora, ¡bailen! Si no les importa.


Todos quedaron asombrados y sonrojados, ninguno se atrevía a dar un solo paso ni mover un solo músculo, salvo uno de ellos… El joven estaba danzando por toda el castillo, se movía perfectamente al ritmo de la música, parecía como si ésta saliese de sus pies. Mientras, los demás, anonadados por la prueba que les había puesto Polonio, lo contemplaban sin reaccionar.


POLONIO: Gracias, hijo, y gracias a ti también, Gregorio, puedes parar. Y los demás pueden retirarse, ¡ya he encontrado heredero a mi fortuna!

GREGORIO: ¡Pero mi amo, si no es más que un baile! ¿Cómo ha podido hallar a aquel mozo honrado que tanto ansiaba con una simple danza?

POLONIO: Te equivocas, Gregorio, no es sólo una danza. Quizás para ustedes sí lo sea, pero para mí significa mucho más, pues es la danza de la honradez, de la verdad.

GREGORIO: ¿Pero qué dice, mi amo?

POLONIO: Se lo explicaré. Mientras usted me anunciaba la llegada de estos cinco mozos, ellos permanecían esperando en el vestíbulo, ¿o no te acuerdas?

GREGORIO: Sí, mi señor.

POLONIO: Pues al no haber vigilancia estos cuatro insensatos osaron robar en las bolsas llenas de dinero que allí se encontraban. Por eso, mientras este joven disfrutaba de la música y movía su cuerpo para mi disfrute, los demás permanecían quietos, ya que al tener los bolsillos cargados de monedas temían moverse, pues el ruido de estas chocando entre sí les delataría. Y por las monedas… que se las lleven, pues no son más que un puñado de monedas, y algo que he aprendido en mi larga vida es que nos es más rico el que más tiene sino el que más da a los demás.